jueves, 29 de marzo de 2007

Terapia Génica


Bases conceptuales de la terapia génica por Fátima Bosch


En los últimos años se ha producido un gran avance en la utilización de genes con fines terapéuticos. Se podría decir que la terapia génica “nació” de golpe en 1990 cuando se llevó a cabo en los National Institutes of Health de los USA (por M. Blease y F. Anderson) el primer protocolo de terapia génica en niños con inmunodeficiencia por déficit de adenosina deaminasa, que permitió una gran mejoría en estos pacientes. La gran difusión en los diferentes medios de comunicación de todo el mundo de este primer protocolo hizo que un campo que todavía estaba iniciándose crease unas expectativas tan grandes, que ha llevado a que muchos con el tiempo se hayan sentido defraudados porque se esperaban resultados positivos muy rápidos. Sin embargo, si bien la terapia génica “saltó a la fama” demasiado pronto, muy probablemente debido a que las sociedades avanzadas pensaron encontrar el remedio para aquellas enfermedades que las terapias con fármacos convencionales no podían solucionar, el campo de la terapia génica ha avanzado mucho en esta última década. Además, se han ido desarrollando toda una serie de herramientas para la transferencia génica que están resultando también extremadamente útiles para muchas otras áreas de la investigación biológica (obtención de animales transgénicos, ingeniería metabólica, señalización intracelular, etc.).

La terapia génica se trata de una terapia somática. Es decir, se pretende curar con genes únicamente a un individuo y no a su descendencia. Si bien podría ser de interés en el caso de enfermedades hereditarias, la terapia génica germinal es actualmente impensable por dos razones: seguridad y ética. Hoy por hoy, no disponemos de herramientas adecuadas y precisas para la transferencia génica. Además, no está permitido llevar a cabo ningún protocolo en humanos en el que de alguna manera se puedan afectar las líneas germinales. No obstante, el dilema más importante es ético: ¿abrirá esta tecnología la puerta hacia el ”diseño de bebés”?. Los científicos deben tomar conciencia de que la potencial aplicación de la terapia génica germinal carece todavía de procedimientos fiables y seguros. Si en el futuro se dispusiese ellos, sería necesario un gran debate ético en la sociedad y una legislación que limitase sus usos.

En cuanto a la terapia génica somática, en la actualidad se llevan a cabo dos tipos de aproximaciones terapéuticas: una, denominada terapia génica in vivo, en la cual el gen de interés se introduce en un vector y a continuación este vector se transfiere directamente al paciente. La otra aproximación, denominada terapia génica ex vivo, se basa en que el gen se interés se introduce en un vector y este vector se transfiere a células en cultivo (que pueden ser del propio paciente o bien pueden ser incluso líneas celulares establecidas). Posteriormente, estas células manipuladas genéticamente se transplantan al paciente. Esta terapia ex vivo, está comportando el desarrollo de toda una nueva industria a su alrededor centrada en el empaquetamiento de células modificadas genéticamente productoras de fármacos (normalmente proteínas de secreción, como podría ser la insulina en el caso de la diabetes, o bien un factor de crecimiento en enfermedades neurodegenerativas).

Dado el amplio campo de acción de la terapia génica, debemos tener en cuenta dos aspectos claves: por un lado qué “gen curativo” es el más adecuado y por otro qué vector vamos a utilizar para transferirlo al tejido diana. También debe tenerse en cuenta la vía de administración del vector. Todo ello dependerá de la enfermedad se pretenda abordar en el protocolo de terapia génica.

En cuanto al gen, si se trata de una enfermedad hereditaria monogénica el gen a transferir es fácilmente identificable, ya que se tratará de introducir una copia correcta del gen mutado. Así por ejemplo, se están investigando diferentes aproximaciones para gran número de enfermedades como la hemofilia B, distrofias musculares, fibrosis quística, mucopolisacaridosis, inmunodeficiencias, etc., y algunos de estos estudios han permitido poner en marcha varios protocolos en humanos. Así, en el Hospital Necker, en París, el grupo del Dr. Alan Fischer consiguió curar una inmunosuficiencia combinada severa muy grave. Sin embargo, recientemente, este protocolo ha presentado efectos adversos muy serios. Por otro lado, para la hemofilia B, los resultados de los protocolos clínicos parecen muy esperanzadores. Todos estos avances permitirán que en un futuro más o menos lejano la terapia génica será una realidad para muchas enfermedades que hasta ahora son incurables.

Sin embargo, en la mayoría de las aproximaciones que se están estudiando actualmente no se pretende contrarrestar el gen causal de una determinada enfermedad sino las consecuencias de dicha alteración génica. Ello es debido a que en muchas ocasiones se desconoce cual es el gen iniciador que se altera y da lugar a un determinado proceso patológico. Este sería el caso del cáncer, de la diabetes, del sida, de enfermedades cardiovasculares, etc. Así, tanto para enfermedades hereditarias poligénicas como para las no hereditarias, las estrategias de terapia génica son más complejas. Los genes a transferir dependerán de los estudios previos sobre el conocimiento más profundo de la patogenia y, a partir de ello, de la “imaginación” de los científicos en diseñar estrategias que permitan revertir la sintomatología. Aquí radica uno de los problemas de la falta de éxito o bien del retraso en la obtención de protocolos funcionantes: en muchos casos el investigador no conoce suficientemente el origen de la enfermedad, ni los genes implicados en la patogenia, ni que promotores son los más adecuados para regular la expresión de los posibles genes terapéuticos una vez transferidos in vivo. Así, en el caso del cáncer se están llevando a cabo aproximaciones muy distintas: transferir genes suicidas en el caso de tumores sólidos, que transforman un profármaco no tóxico en un compuesto letal para la célula, o bien utilizar genes que estimulan la respuesta inmune antitumoral, o factores antiangiogénicos, o transferir secuencias antisentido que bloquean la expresión de oncogenes o incluso genes supresores de tumores, etc.


En cuanto a los vectores utilizados en la terapia génica, se está investigando muy activamente con el fin de desarrollar nuevos vectores más efectivos y con menos efectos adversos. Existen dos grandes grupos: los vectores virales y los vectores no virales. No se puede afirmar cuál es el vector ideal, ya que su uso dependerá en cada caso de la patología que se quiera tratar, si es una enfermedad crónica o no, a qué tejido/s se debe acceder, cuánto tiempo debe durar la expresión del gen curativo, si se trata de una aproximación in vivo o ex vivo, etc. Mayoritariamente los protocolos que están aprobados para su aplicación clínica utilizan vectores virales, ya que in vivo, los vectores no virales no han conseguido niveles muy elevados de transferencia génica.

Respecto a los vectores virales, en un principio los más empleados fueron los vectores retrovirales (derivados de retrovirus murinos), y hasta hace poco la mayoría de los protocolos que se estaban aplicando en humanos se han llevado a cabo utilizando retrovirus. Estos vectores están siendo desplazados por los virus adenoasociados (AAV), por los lentivirus (LV) y por los adenovirus (Ad). Estos últimos vectores son capaces de infectar células que no se dividen. Los Ad permiten expresar niveles elevados de genes exógenos in vivo. Sin embargo, la expresión es transitoria, ya que estos vectores no se integran en el genoma y además son muy inmunogénicos. Las últimas generaciones de estos vectores que se utilizan son los denominados “gut-less” (en los que se han delecionado los genes virales, dejando únicamente los elementos que definen el inicio y el final del genoma y las secuencias de empaquetamiento del virus). Con ellos se ha conseguido mantener la expresión durante varios meses y, además, se ha disminuido su inmunogenicidad. Los AAV permiten expresar genes exógenos durante largos periodos de tiempo (más de seis meses). Actualmente, se han descrito gran número de trabajos en que se han utilizado estos vectores para transferir genes a músculo esquelético, hígado, pulmones, etc., de ratas y ratones. Además, también se han utilizado para transferir el gen del factor IX de la coagulación a perros hemofílicos y en pacientes humanos. Por último, los LV son retrovirus derivados del virus HIV humano, que se integran también en el genoma y que pueden ser muy útiles para expresar genes a largo plazo en cerebro. Los LV y los AAV son más útiles para enfermedades de tipo crónico, mientras que los Ad pueden ser de elección en algunos tipos de cáncer.

Los vectores no virales (liposomas, polimeros catiónicos, etc), si bien se están utilizando ampliamente para estudios in vitro, su aplicación in vivo no ha dado muy buenos resultados. No obstante, recientemente se ha descrito que la electrotransferencia de DNA desnudo a músculo parece una técnica muy prometedora. El DNA plasmídico inyectado directamente en solución a músculo esquelético es captado por las miofibras, y los genes que se encuentran en el vector plasmídico se pueden expresar incluso durante los dos meses siguientes. La naturaleza postmitótica y la longevidad de las miofibras permiten la expresión estable de los genes transferidos, si bien el DNA exógeno no se integra en los cromosomas. De entre las técnicas de transferencia de genes no virales, este método es simple, barato y seguro. Este sistema es muy útil para la liberación sistémica de proteínas de interés. Sin embargo, los niveles de expresión de proteínas exógenas que se consiguen en la mayoría de los casos no son muy elevados. Ello podría ser en parte debido a la cantidad de DNA que pueden captar las miofibras. Recientemente se ha descrito que la aplicación de una descarga eléctrica (de unos 200 V/cm) en el músculo en el momento de la inyección del DNA incrementa 100 veces los niveles de producción de proteínas de interés, debido al incremento en la captación de DNA por las miofibras. Además, muy recientemente se ha descrito que si previo a la electrotransferencia se inyecta a músculo esquelético hialuronidasa se produce un gran incremento en la eficiencia de transferencia. En nuestro laboratorio hemos podido comprobar que con esta metodología alrededor del 75% de la masa muscular expresa el gen transferido.

Para conseguir terapias más efectivas, hay una gran necesidad de investigar en la mejora de los vectores actuales, tanto virales como no virales. Se necesitan vectores que tengan una especificidad mucho más grande para el tejido diana, se debe evitar en muchos casos la respuesta inmune y reducir la toxicidad, tanto del gen “curativo” como del vector. El tamaño del gen a transferir también es un punto importante, ya que la capacidad de empaquetar genes en un virus es relativamente pequeña. Así, en un AAV no se puede introducir más de 4 Kb de DNA. Si pensamos en el caso de la fibrosis quística, el gen completo es tan grande que no lo podemos poner entero en un Ad y se suele utilizar el cDNA correspondiente. Por otra parte, se debe conseguir que los genes se expresen en las células diana de manera regulada. En el caso de los vectores virales y de los no virales, también se debe tener en cuenta que tienen que ser estables durante el proceso de purificación, almacenamiento y administración. Así, tenemos que ser capaces de producir virus que se puedan enviar de una ciudad o un país a otro. Además, otro aspecto que se está intentado resolver es la producción eficaz a gran escala de vectores virales para la aplicación en protocolos clínicos.

Otro punto clave también en el campo de la terapia génica es disponer de modelos animales en los cuales probar las nuevas terapias antes de aplicarlas a humanos. Se deberían desarrollar animales manipulados genéticamente que desarrollasen patologías similares a las de los humanos, sobre todo para terapias génicas de enfermedades hereditarias y, así, se evitaría el ensayo de estas terapias directamente en pacientes. Actualmente, gracias a toda la tecnología de obtención de animales transgénicos y knock-out, una vez clonado el gen responsable de una determinada patología, podemos desarrollar el modelo animal que lo sobreexprese o que sea deficiente, emulando la enfermedad humana.

En un principio la terapia génica nació para pacientes con enfermedades monogénicas hereditarias, para los cuales no existe otra solución. No obstante, la mayor parte de los protocolos que se están aplicando a humanos son para enfermedades poligénicas y no hereditarias, principalmente cáncer o sida. Ello es debido a los elevados costos que representa desarrollar un protocolo hasta su aplicación en humanos y, por tanto, la terapia génica necesita de financiación por parte de las empresas. Debido al elevado número de pacientes y a su potencial interés económico se están realizando grandes esfuerzos para el desarrollo de terapias contra el cáncer. Actualmente, también se están potenciando aproximaciones para enfermedades cardiovasculares. Dada la necesidad de la implicación de empresas en el desarrollo de un protocolo de terapia génica, la investigación está condicionada en sus aspectos más básicos, ya que obliga a patentar todos los “pasos” del proceso (desde los genes quiméricos, vectores, sistemas de transferencia, etc.). Todo esto ha hecho cambiar en muchos casos la mentalidad de los científicos y de los centros de investigación preocupados ahora más en los rendimientos y en la transferencia rápida de la tecnología que en una investigación más básica y rigurosa, llevando en algunos casos a fracasos importantes.

Cuando se ha demostrado experimentalmente que una nueva aproximación tiene una eficacia terapéutica, el paso siguiente es demostrar que es segura. Una vez se ha demostrado que es segura en animales de laboratorio (ratones, ratas), podemos empezar a diseñar un protocolo para aplicar en humanos. No obstante, antes de aplicarlo en humanos, se deben realizar pruebas en animales más grandes, como perros, cerdos, monos, etc. En los protocolos que actualmente están aprobados para su aplicación en humanos (publicados en la revista Human Gene Therapy) se presenta una descripción muy detallada de todos los estudios preclínicos y de los diversos modelos animales en los que se ha ensayado, junto con todos los estudios de bioseguridad. Por tanto, unido al protocolo de terapia génica hay una fase preclínica, que puede ser muy larga y muy amplia, que involucra investigación básica y que va desde la clonación de los genes al diseño de nuevos vectores, estudios en células, transferencia en animales, análisis de nuevos promotores, etc. hasta llegar a ensayos clínicos en modelos animales.

Con el fin de desarrollar más eficientemente el campo de la terapia génica, los investigadores que en él trabajamos hemos creado varias sociedades científicas. En 1992, la primera sociedad que se puso en marcha fue el Grupo de Trabajo Europeo de Transferencia y Terapia Genética en Humanos (European Working Group on Human Gene Transfer and Therapy, EWGT). El grupo ha sido muy productivo y ha influido en la UE para que invierta recursos en el campo de la terapia génica. En 1998, se le pasó a denominar Sociedad Europea de Terapia Génica. También en este año se creó la Sociedad Americana de Terapia Génica. En nuestro país, en 1998 se puso en marcha la Red de Terapia Génica de Cataluña y en el 2000 se creó la Sociedad Española de Terapia Génica y recientemente ha pasado a denominarse Sociedad Española de Terapia Génica y Celular (setgyc).

Actualmente, ya se encuentran en fase clínica gran número protocolos en USA y en Europa, la mayoría de ellos para cáncer, seguido de enfermedades monogénicas y enfermedades infecciosas (según la Web de John Wiley & Sons http://www.wiley.co.uk/genetherapy/clinical/). En España, la investigación en terapia génica está aún en sus inicios y presenta un gran retraso respecto a nuestros vecinos europeos. Si bien se han puesto en marcha unos pocos protocolos para cáncer, la mayoría de los grupos están realizando estudios centrados en fases preclínicas aun bastante tempranas para vislumbrar una aplicación en humanos en un futuro próximo. El reducido número de grupos interesados en terapia génica muy probablemente se verá incrementado ya que las administraciones publicas y también fundaciones privadas han decidido convertir la terapia génica en un área prioritaria dentro de la Investigación Biomédica. Sin embargo, será necesario aún un mayor esfuerzo que lleve a la creación de centros de investigación especializados en este campo, que permitan asesorar en la producción y utilización de los diferentes vectores a los investigadores interesados en llevar a cabo proyectos. Ello conjuntamente con una mayor formación de los médicos en estas áreas permitirá que nuestro país pueda avanzar en el campo de la terapia génica de manera similar a los demás países de la UE. Con esta finalidad, la Universidad Autónoma de Barcelona, dentro del Proyecto de Biocampus, ha creado el Centro de Biotecnología Animal y Terapia Génica (CBATEG), un centro de investigación altamente especializado en desarrollar, producir y utilizar técnicas de transferencia génica en Biomedicina. CBATEG ofrecerá a la comunidad científica sus servicios para la obtención y análisis de modelos animales y para el diseño, producción y control de calidad de vectores virales y no virales.

domingo, 11 de febrero de 2007

Priones


Si una proteína adopta una conformación inapropiada para su contexto pueden producirse situaciones patológicas. Ejemplos llamativos son las enfermedades priónicas, tales como la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob, kuru y la enfermedad de las vacas locas. Estas situaciones se producen cuando una proteína cerebral, llamada prión, cambia su conformación normal (llamada PrPc) por una alterada (PrPSc). Esta conversión es auto-reproducible, dando lugar a grandes agregados de PrPSc.


El término "prion" es usado para describir el agente infeccioso responsable de varias enfermedades neurodegenerativas encontradas en los mamíferos. La palabra en sí deriva de "proteinaceous infectious particle", definición propuesta por Stanley B. Prusiner.


Esta definición vino dada por la hipótesis inicial, que más tarde se confirmaría, de que este agente infeccioso consistía únicamente en una proteína, carente de genoma y ácidos nucleicos.


Se ha observado esta proteína en las membranas neuronales de los mamíferos sin causar enfermedad alguna, pero se sabe que un cambio conformacional de su estructura terciaria puede provocar la aparición de la enfermedad. Estas proteínas en su forma patógena se multiplican exponencialmente al ponerse en contacto con las proteínas normales, ya que les inducen el cambio conformacional que las vuelve infecciosas.
La aparición de estos desordenes estructurales en las proteínas, pueden ser transmisibles, heredados, o incluso esporádicos, es decir, sin evidencias de transmisión ni herencia.
Las enfermedades prion (colectivamente llamadas "encefalopatías espongiformes transmisibles") conocidas hasta ahora son fatales, afectan al sistema nervioso y se cree que también a los músculos. Estas enfermedades pueden incubarse durante años o incluso décadas en humanos, de ahí que inicialmente se las conociera como "virus lentos".



Los priones son proteínas observadas comunmente en la superficie de las neuronas de todos los mamíferos estudiados. La función que cumple esta proteína fue estudiada por un grupo de investigadores japoneses liderados por Suchiro Sakaguchi, de la Universidad de Nagasaki. Se crearon ratones homozigotos respecto a la falta del gen PRNP, que codifica para la isoforma normal del prion (PrPc).(2)
Estos ratones son normales hasta las 70 semanas de vida, a partir de aquí comenzaron a manifestar importante pérdida de coordinación, temblores al andar, incapacidad de mantener una trayectoria; a las 90 semanas, incapacidad de mantenerse y movimientos espasmódicos en sus patas traseras, muchos de ellos tenían la columna vertebral arqueada con una convexidad hacia atrás.
Fisiológicamente, el cerebelo (encargado de la coordinación) se había encogido hasta un tercio respecto al de los ratones normales, y había una grave deficiencia de las neuronas de Purkinje. Estas células son una variedad de neurona que constituye el elemento fundamental del córtex cerebeloso. El equipo investigador observó que los niveles de las células de Purkinje eran normales en los ratones jóvenes, así que afirmó que estas células podían sobrevivir cierto periodo de tiempo sin ayuda, pero morían al poco tiempo sin la presencia del producto del gen PrP.
Al inocular los ratones nulos para el gen PRNP (por tanto sin la forma natural PrPc) con una partícula prion infecciosa (PrPSc), no desarrollaban la enfermedad (Beler 1992) y no se detectaron evidencias de replicación del PrPSc. De esto se dedujo que, para causar la enfermedad era necesaria la presencia del tándem PrPc-PrPSc.(3)
Este experimento parecía esclarecer un poco la función de la proteína prion, ya que la ausencia (sea por ausencia del gen o transformación de la forma natural a la infecciosa) tiene ciertas consecuencias concretas en el individuo. Se le podría atribuir un papel en la supervivencia de las neuronas de Purkinje en el cerebelo.
Sin embargo, posteriormente se han creado nuevamente modelos de ratón carente del gen PRNP que han crecido y se han desarrollado de una manera normal, con algunas excepciones de ataxia y alteración del ritmo circadiano más allá de los dos años de edad (Beler 1992, Tobler 1996, Prusiner 1998).
Por lo tanto, la función de la forma celular del prion es hoy aun desconocida, aunque se barajan varias:
- Al ser capaz de unir Cu2+ específicamente se le ha asignado un papel activo en la homeostasis de este catión implicado en procesos de oxido reducción (Brown et al. 1997).
- Superóxido dismutasa
- Proteína de transducción de señal
- Adhesión celular
- Regulación y distribución de los receptores de acetilicolina

domingo, 4 de febrero de 2007

Viroterapia


Los virus constituyen una de las creaciones más insidiosas de la naturaleza. Ligeros de equipaje, viajan con su escueto material genético apretadamente empaquetado en el interior de una cápsula proteica cristalina. Se anclan en las células y les transfieren sus genes. Obligan así a torcer la función de los mecanismos celulares de la replicación de genes y síntesis de proteínas; en adelante, esta maquinaria se aplicará a la fabricación de miles de millones de partículas víricas. Una vez formados, los nuevos virus cursan hacia la superficie celular, arrancan un trozo de membrana, se cubren con ella y salen envueltos en una especie de burbuja, o bien prosiguen multiplicándose en el interior hasta que la célula estalla. En cualquier caso, acabarán por infectar y destruir otras células, dando lugar a toda clase de enfermedades: desde el sida hasta el resfriado común.


Virus distintos causan enfermedades diferentes. Ello se debe, en parte, a su especificidad de unión a los receptores de membrana. Las células hepáticas portan el tipo de receptor que se acopla con una familia determinada de virus; las neuronas muestran el que encaja con otra, por consiguiente, cada familia vírica infecta un tipo de célula. Los oncólogos quieren hacer uso de semejante selectividad. Su objetivo es lograr centrar las oncoterapias en las células tumorales, y evitar dañar las sanas, obviarían muchos de los efectos secundarios de las medidas hoy usadas.


Varios grupos de investigación se afanan ahora en la modificación genética de virus para convertirlos en una especie de misiles de búsqueda y destrucción; es decir, infectar y matar, de modo selectivo, las células malignas sin alterar las células sanas. A ese nuevo enfoque se le denomina viroterapia.


La viroterapia constituye un nuevo método contra el cáncer. Mata las células malignas, a través de una infección vírica dirigida. Se están ensayando distintos enfoques para conseguir que los adenovirus y otros virus alcancen el tumor sin dañar las células normales.

Los virus empleados en esta técnica cumplen su función letal mediante la destrucción directa de la célula cancerosa o mediante la incorporación en el genoma celular de genes que aumentan su sensibilidad a las quimioterapias tradicionales.

En la viroterapia, los virus también se marcan con indicadores fluorescentes o radioactivos. Una vez en el organismo, invaden las células cancerosas.


Dirk M. Nettelbeck y David T. Curiel

sábado, 3 de febrero de 2007

Mutaciones cromosómicas - ideas fundamentales




Debido a la gran afinidad de las regiones homólogas de los cromosomas para aparear durante la meiosis, los diploides que disponen de una dotación cromosómica normal y otra que incluye alguna reorganización cromosómica generan estructuras cromosómicas emparejadas con formas y propiedades características de la reorganización.

Una deleción en una dotación cromosómica resulta generalmente deletérea, debido a que se producen desequilibrios génicos y a la manifestación de los alelos nocivos presentes en la otra dotación cromosómica.

Las duplicaciones pueden provocar desequilibrios génicos, pero proporcionan también material adicional para la divergencia evolutiva.

Las inversiones, cuando están en heterocigosis, disminuyen la fertilidad y reducen la recombinación en la región abarcada por la inversión.

La heterocigosis para una translocación reduce la fertilidad al 50% (semiesterilidad) y provoca el ligamiento de los genes situados en los cromosomas implicados en la translocación.

Los organismos con dotaciones cromosómicas múltiples (poliploides) suelen ser más grandes que los organismos diploides, aunque anomalías en el apareamiento meiótico de los cromosomas en estos organismos poliploides pueden producir esterilidad.

Un número par de dotaciones cromosómicas poliploides es más probable que resulte fértil. En esta condición, las proporciones de segregación para cada locus individual difieren de las de los diploides.
El cruzamiento entre dos especies diferentes y la duplicación subsiguiente del número de cromosomas en el híbrido producen una clase especial de poliploide fértil interespecífico.

Generalmente, las variantes que han ganado o perdido un cromosoma se originan por falta de disyunción (segregación cromosómica anormal en meiosis o mitosis).

Tales variantes tienden a ser estériles y manifiestan anomalías atribuibles al desequilibrio génico.

Cuando son fértiles, estas variantes presentan proporciones anormales de segregación génica únicamente para el cromosoma implicado.

domingo, 28 de enero de 2007

Oviduct-specific expression of two therapeutic proteins in transgenic genes (I)

Publicado en El País a 14 de enero del 2007


Científicos británicos han creado varios tipos de gallinas genéticamente modificadas capaces de poner huevos que contienen proteínas útiles para fabricar fármacos contra el cáncer y otras enfermedades, informa hoy The Sunday Times. Los expertos del instituto Roslin de Edimburgo (Escocia), donde se creó la oveja clonada Dolly, han criado 500 gallinas ponedoras a partir de una especie común llamada ISA Brown, cuyo ADN manipularon con la introducción de genes humanos productores de proteínas.

Esas proteínas humanas se localizan después en la clara del huevo, de la que pueden extraerse fácilmente para la elaboración de fármacos, explica el periódico. Para modificar los genes de los animales, los expertos extrajeron embriones de las gallinas antes de que se convirtieran en huevos. Según el dominical, estos embriones, simples grupos de células, se inyectaron en otros huevos que fueron "infectados" con un virus transgénico que contenía genes humanos con la información genética necesaria para la elaboración de las proteínas humanas que los investigadores querían producir. Ese virus transportó los genes humanos a las células de los embriones, donde se incorporaron al ADN del ave.
Otros científicos habían logrado antes crear pollos transgénicos, pero esta es la primera vez que la modificación genética introducida perdura varias generaciones, lo que podría permitir un suministro en masa y de bajo coste de componentes para medicinas, añade The Sunday Times.
Uno de los tipos de gallina creado por los científicos de Roslin produce interferona, un agente antiviral que se utiliza a menudo en los fármacos contra la esclerosis múltiple. Otro tipo produce miR24, que podría emplearse en un medicamento experimental con potencial para tratar cánceres de piel y artritis, según el periódico.
La directora del experimento, Helen Sang, llevaba desde 1997 intentando que funcionara la técnica, que, según el periódico, se detallará mañana en el último número de la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences.
"Esto tiene el potencial de convertirse en una muy buena manera de producir medicamentos especializados", declaró al rotativo Karen Jervis, de la empresa de biotecnología Viragen, que ha colaborado en el proyecto.
"Hemos criado cinco generaciones de gallinas y hasta ahora todas continúan produciendo grandes concentraciones de fármacos", ha añadido.




viernes, 26 de enero de 2007

DNA recombinante - introducción


El DNA recombinante se construye mediante la incorporación de un fragmento de DNA foráneo en una molécula pequeña capaz de replicarse (por ejemplo, un plásmido bacteriano) y de amplificar el fragmento incorporado en ella, dando lugar a un clon molecular del DNA insertado.

Las enzimas de restricción cortan el DNA en sitios diana específicos; tras el corte, se generan fragmentos concretos con extremos cohesivos apropiados para su inserción en un vector que haya sido cortado con la misma enzima.

Una colección de clones de DNA que sea representativa de todo el genoma de un organismo se denomina genoteca genómica.

Se pueden detectar clones individuales de una genoteca utilizando sondas que reconozcan específicamente un DNA o su producto proteico, o mediante transformación de un mutante nulo.

Es posible separar los diferentes fragmentos producidos tras digestión con una enzima de restricción porque migran en función de su tamaño cuando se someten a electroforesis en gel.

Una vez que las moléculas de DNA digerido con enzimas de restricción o las moléculas de RNA se han separado por electroforesis en gel, se pueden detectar moléculas específicas mediante la utilización de sondas.

Los sitios diana para las enzimas de restricción pueden situarse en un mapa y constituyen marcadores que son muy útiles para la manipulación del DNA.

Un gen puede aislarse mediante el análisis secuencial de clones contiguos parcialmente solapados, partiendo de un marcador ligado.

Tras la clonación de un gen, puede determinarse su secuencia nucleotídica, y esta secuencia puede utilizarse para estudiar su función y su evolución.

Una secuencia concreta puede amplificarse utilizando un par de cebadores que delimiten la secuencia de interés.